"The Dark Side of Solitude: A Hiker's Terrifying Encounter in the Wilderness"
Siempre he sido senderista. Aunque no de forma casual, no como esos que suben una colina una vez al año para hacerse una foto. Para mí es algo más profundo, una necesidad casi espiritual. Me encanta la soledad. Me encanta la sensación de ser una pequeña e insignificante parte de algo vasto, antiguo e indiferente. La tranquilidad del bosque, el silencio roto solo por el viento y la vida salvaje, es como una iglesia para mí, un lugar sagrado donde puedo despojarme de las capas de la vida moderna y ser, simplemente, yo. O al menos, solía serlo. Antes de ayer, todo eso era cierto. Ahora el silencio me aterra y la visión de los árboles agrupados me provoca una ansiedad que se me instala en el fondo del estómago como una piedra fría. Ya no encuentro paz en la naturaleza, solo el recuerdo de un horror que ninguna mente cuerda debería presenciar. Mi nombre no importa, pero mi historia sí. Escribo esto no por catarsis, aunque quizá haya algo de eso, sino como una advertencia. Una advertencia que probablemente nadie creerá, pero que me siento obligado a dejar registrada. El mundo es más antiguo y extraño de lo que nos gusta pensar, y hay cosas en los lugares oscuros y solitarios que es mejor no encontrar.
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